Nos montamos y nos explicaron en 3 idiomas (incluido el nuestro) en qué iba a consistir la visita, nos pusieron un documental, obviamente en inglés, sobre Auswitchtz que duraba unos 50 min, y ni que decir tiene que aprovechamos para echarnos una buena siesta, porque claro, levantarse a las 6:15 de la mañana, era mucho madrugar jejeje.
Llegamos a la primera parada, el Museo de Auswitchz. Esta primera parte de la visita duraría en torno a hora y media. Cogimos la audioguía, y nos adentramos en el primer campo de concentración nazi. Impresiona desde el principio ver las rejas y las torres de vigilancia, además el día lluvioso y frió, ayudaba bastante a sentir todavía más lo que padecieron los judíos. Este primer campo es más un museo, bien es cierto que vamos de barracón en barracón, pero casi todos reconvertidos con objetos y material de la época. Para mi es lo que más impresionó sin duda, el hecho de ver miles de zapatos amontonados, y sobre todo una sala (en la que no dejan sacar fotos) donde hay toneladas de pelo (real) humano.
Después de una parada de unos 15 min, nos dirigimos al campo II, Birkenau, un recorrido de unos 3km, 5 min en autobús. Este impresiona por su inmensidad y porque realmente ahí es donde te venían las imágenes que ves por la tele. Es a dónde llegaba el tren con los prisioneros, hay un vagón todavía de la época, están las vías, y sobre todo están los barracones en los que veíamos y sentíamos como sobrevivían los judíos prisioneros. El sentimiento de dolor se acrecentaba con las explicaciones de Rafael, que lo contaba muy bien, y además parecía como si lo hubiera vivido, lo contaba con una pena, que desde luego no se parecía en nada a la de otros guías que pude observar alrededores. Vuelta a Cracovia, siestecita en el bus, comida en un Burguer...y a las 3:30 camino de Wielicka, dónde haríamos la segunda visita del día, la que no pudimos hacer el día anterior. Las minas de sal.
Había leído varias opiniones, algunas diciendo que eran muy bonitas, y otras diciendo que no merecía la pena. Llegamos, bajo un buen aguacero, entramos por la zona de grupos (había bastante gente para la individual) y lo primero que hicimos fue bajar unas 300 escaleras, hasta unos 100 metros de profundidad. Decían que podía hacer frío (unos 14 grados siempre en las minas) pero se estaba muy bien a esa temperatura. De nuevo con Rafael de guía, comenzamos la visita, y ya vimos las primeras esculturas que reflejaban un poco el trabajo de los mineros de la época.
Obviamente la magia radica en que todo es de sal, pero no os esperéis nuestra sal blanca jejeje, es una sal más bien grisácea. Y así fuimos de galería en galería, bajando poco a poco hasta la profundidad máxima a la que llegaríamos (135 metros) y viendo esculturas y más esculturas, y escuchando las explicaciones de Rafael. La visita duró unas 2 horas....y bien, soy de los que opinan, que no merece mucho la pena la verdad, quitando el gran salón que el que sale en todas las fotos si lo buscas en google (la típica lamparita que se ve si buscar las minas de sal). Y lo peor llego a la salida, para salir teníamos que subir en un ascensor, que es una de las experiencias de la visita, porque sube esos metros en apenas 20 seg, pero os puedo asegurar que esos 20 seg se hacen muy largos jejeje, porque no era un ascensor, era una cajita, en la que entramos apenas 9 personas muy apretadas...y claro tuvimos que esperar bastante hasta nuestro turno...y meterse en la cajita...uno porque no es claustrofóbico...pero vamos si que fue una experiencia si jejeje.
Volvimos, nos dejó cerca de nuestro hotel, porque hacía la primera parada (dónde nos recogió) nos despedimos de Rafael, muy majo, y fuimos al hotel a darnos una ducha, y salimos a cenar, me compré a Eurocopa y Eurocopín (apodados acertadamente por Vero jajaja) y cenamos en un buen restaurante en el que pude probar el pato con manzana que se supone típico de Polonia, aunque por lo visto llegábamos un pelín tarde para su hora habitual de cenas...y no tenían muchas de las cosas que les pedimos.
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