viernes, 3 de noviembre de 2017

Diario de un viaje a Rumanía: día 4: Bran - Rasnov - Brasov

El segundo día que más temía porque era el día que íbamos a visitar el lugar más famoso de toda Transilvania, el mal llamado Castillo de Drácula (El Castillo de Bran). Nos levantamos pronto con la idea de llegar sobre las 9, hora de apertura del castillo y también para evitar el tráfico y las más que probables aglomeraciones en las cercanías de Bran.

Y la verdad es que lo hicimos bien, puesto que llegamos sobre las 9:15 y ya había bastante cola, pero aceptable. Apenas esperamos unos 20 min para comprar la entrada y luego, eso sí, otros 30 para entrar al Castillo...y eso llegando a primera hora!!. Por supuesto, nos volvimos a beneficiar del carnet de estudiante.

El Castillo por fuera es bonito, tanto la vista que hay de él, como el jardín que lo rodea merece la pena la visita...en cambio su interior, como ya había leído en varios blogs, no merece la pena y dista mucho de el de Peles e incluso Pelisor. Tienes que armarte de paciencia para pasar de sala a sala, debido a las aglomeraciones. Si compras la audioguía (que no está de más para enterarte un poco de la historia del Castillo) puedes hacer tiempo para que la gente vaya pasando y luego ir algo más desahogado.

Como veis, el interior del castillo no es gran cosa

Decía lo de mal llamado Castillo de Drácula, porque no es el verdadero Castillo de Vlad Tepes. La fama del Castillo de Bran viene dada por la novela de Bram Stoker, puesto que fue el castillo en el que se inspiró para su exitoso libro. El verdadero Castillo de Vlad Tepes, que está en ruinas, se encuentra en Poenari.

Las vistas al patio

Para mí, lo más bonito de Castillo de Bran es las vistas que hay al patio desde las terrazas y el propio patio. Cuando salimos del Castillo, ya había mucha más cola tanto para entrar al Castillo como para comprar las entradas, pero nosotros ya lo teníamos hecho, compramos un par de cosillas (es lo que toca) y nos fuimos camino del segundo destino del día, la Fortaleza de Rasnov.

Por fuera ya es algo más bonito, me quedé con ganas de ir a verlo de noche

Tardamos apenas 25 minutos en llegar a Rasnov. Pensaba que iba a estar menos masificado, pero había bastante gente y era complicado aparcar. Hay un aparcamiento de pago, pero como todos los coches estaban aparcados en la cuneta y el aparcamiento de pago no te eximía de subir el kilómetro y algo que hay hasta la fortaleza, pues tuvimos suerte y aparcamos relativamente cerca.


Hay una opción para no subir andando, que es un tractor que sube hasta la fortaleza por apenas 1 euro y para el que había que esperar algo puesto que había muchos niños. ¿Por qué había tanto niños? pues porque a mita de subida se encuentra un DinoPark y para qué engañaros, me quedé con ganas de entrar jajaja.



La Fortaleza de Rasnov

Merece la pena subir andando y merece la pena entrar en la fortaleza porque te ofrece algo distinto a lo que habías visto. La fortaleza fue creada para defender a la población de los ataques de los turcos y los tártaros. Dentro se refugiaba la población campesina para soportar estos ataques y sobrevivir mientras duraban las oleadas.

Tiene una bonitas vistas de Valaquia y Transilvania y dentro de sus calles (sí, parece un pueblecito medieval porque lo han reformado) hay tiendas que animan el recorrido.

¡Parecía un pueblo medieval!

Tras algo más de una hora dentro de la fortaleza, nos acercamos hasta el funicular y las letras del cartel de Rasnov, pero no pudimos llegar hasta las mismas y tocarlas, aunque sí nos pusimos a su altura.

Rasnov imitando a Brasov...o es al revés??

Hora de volver a Brasov. Por el camino se va viendo desde lejos una bonita iglesia ortodoxa con cúpulas doradas que brillan durante todo el trayecto. Nos acercamos, pero estaba cerrada. Era la iglesia de los apóstoles de Ghimbav, y ya os digo que no sé cómo seria por dentro, pero por fuera era preciosa.

Decidimos parar y comer en Brasov antes de ir al hotel y elegimos lo que para mí ha sido el mejor restaurante del viaje (Caru cu bere aparte), la taberna Sarbului, un restaurante Serbio en el que se come muy bien y a buen precio.

Ya que estábamos en Brasov, decidimos ver cosas que nos quedaban pendientes, como el callejón más estrecho de Europa (me cuesta creerlo), la Sinagoga (toda una experiencia porque entramos en pleno acto), las puertas de la ciudad y la Iglesia de San Nicolás. Todavía tuvimos fuerzas para subir a la ciudadela, que aunque sabíamos que estaba cerrada (eran más de las 5) ofrecía unas vistas de toda la ciudad. Nos costó llegar, porque pensábamos que estaba más cerca, pero tras subir por un sendero, nos plantamos en la gran explanada de la Ciudadela y, en efecto, hay bonitas vistas, pero luego las veríamos mejores.


El callejón más estrecho de Europa...me cuesta creerlo

La Sinagoga...muy bonita

Poarta Ecaterinei
 Ya sí, era hora de ir a descansar un poco para coger fuerzas para bajar a cenar y rematar dos visitas que nos quedaban, la Torre Blanca y la Torre Negra. La primera fue la sorpresa del día, puesto que custodia toda la ciudad y supera las vistas de la Ciudadela. Lástima que cuando llegamos estaba cerrada. La Torre Negra la vimos después de cenar y tampoco se veía muy bien, aunque están muy cerca la una de la otra.

Torre Blanca, uno de los secretos escondidos de Brasov

Las Vistas desde la Torre Blanca

La Plaza de noche, más bonita todavía
El segundo día en Brasov cundió mucho y me hizo querer más a la ciudad. Me llevé una gran impresión el segundo día. Merece la pena visitarla :).

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