Eso sí, lo primero que hice fue salir a correr a las 7 de la mañana hasta el Parque Herastrau. Lo necesitaba, eran muchos días inactivos jajaja.
A unos 40 minutos de Bucarest en coche, pensábamos que iba a estar lleno de turistas para variar...pero para nuestra sorpresa, todo lo contrario. En un principio creíamos que deberíamos coger una barca para cruzar a la islita en la que se encuentra el Monasterio, pero han hecho un puente por el que se puede cruzar por encima del lago que da nombre al Monasterio a pie.
Antes, hay que dejar el coche en una especia de parking que te lo vigila un hombre que te pide la voluntad (vamos 10 leis...no le deis menos jejeje) por cuidarte el coche y después ya se inicia el camino y en apenas 5 minutos llegas al complejo.
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El Lago Snagov |
Se supone que la entrada al monasterio es gratis, pero claro ya que vas tienes que sacarte alguna foto y por eso te clavan un poco, no recuerdo si eran 30 leis o así, pero bueno hay que pagarlos tampoco pasa nada.
El interior del Monasterio está dedicado a Vlad Tepes, con su tumba como reclamo turístico. Los alrededores merecen la pena hasta acercarse al embarcadero. Incluso si das una vuelta, puedes ver un pozo y ponys atados pastando.
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La tumba de Vlad Tepes |
A la vuelta, por fin me topé con el famoso tráfico de Bucarest pero bueno no era para tanto y teníamos como destino, antes de dejar a Corsita, el estadio del Steaua. ¡Qué decepción! me esperaba algo más de un equipo Campeón de Europa jejeje. Llenamos el depósito y fuimos a dejar a nuestro inseparable compañero de viaje durante estos 10 días.
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¡Adiós Corsita! |
Volvimos a comprar algo para comer, de paso también un Gogosi y descansamos hasta que nos bajamos a la piscina del hotel, con tan mala suerte que 40 min después empezaría una clase por lo que la pudimos disfrutar poco.
Por la noche nos habíamos guardado el plato fuerte que era cenar en el Caru cu Bere. Le había pedido que nos hiciera la reserva a la chica con la que contratamos la visita y la verdad es que ningún problema. El restaurante responde a su fama. Una comida maravillosa y una decoración mejor todavía. Quizá lo peor fueron los bailes, creo que los esperábamos más autóctonos.
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El Caru cu Bere |
Después fuimos a ver el Bulevar Unirii y el parlamento de noche y la verdad es que es bastante bonito.
Y con este buen sabor de boca pondríamos fin a nuestra estancia en Rumanía. Al día siguiente volveríamos a Madrid, pero pasando el día en Berlín ;).
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