miércoles, 4 de enero de 2017

Diario de un viaje a Argentina: día 8: la última mañana en Ushuaia y la llegada a El Calafate.

Todo lo bueno se acaba, y nuestra estancia en Ushuaia también, aunque todavía teníamos toda la mañana para hacer compras y probar el cordero patagónico. Dejamos las maletas en consigna y  nos fuimos a ver el centro comercial, en un coche tipo Uber... más que nada, porque teníamos un viaje gratis por alojarnos en el hotel. El motivo de ir al centro comercial no era otro que aprovechar alguna oferta si la había...nada más lejos de la realidad, Ushuaia es una ciudad muy cara, y la moda no iba a ser menos.

Dimos una vuelta rápida, no había ninguna tienda de souvenirs, y decidimos volver andando. En apenas 20 minutos ya estábamos en la Avenida San Martín (la más importante de la ciudad) que es dónde se encuentran todas las tiendas y restaurantes. Dentro de lo cara que es la ciudad, los souvenirs no estaban del todo caros, y conseguimos comprar a un precio razonable.

La Avda San Martín

Uno de los múltiples barcos que se hundieron 
Al ladito de la Antártida


El autobús turístico, peculiar cuanto menos

Tuvimos que comer pronto, puesto que nos recogían a las 2 de la tarde, así que a las 12:30 ya estábamos comiendo. Nos habían dicho que el cordero patagónico era distinto al de Buenos Aires, y es verdad. Sabe mejor, al parecer es porque el tipo de alimentación, que aquí es con pasto y allí con pienso, pero lo cierto es que el famoso cordero argentino dista mucho del español, que está mucho más rico.

El cordero patagónico 
Adiós Ushuaia


Llegamos al hotel, nos recogieron, facturamos en el miniaeropuerto que tanto me gustaba y empezamos el vuelo. Yo pensaba que sería el más movido por el viento, pero fue muy tranquilo. Era el vuelo el más corto, apenas 1 horas, pero a pesar de eso, cómo no, nos dieron la cajita con la pasta de avena, la galleta de limón y los snack jejeje.

En cuanto las nubes nos dejaron, vimos el rápido cambio de paisaje...de lagos y montañas, pasamos a desierto, un desierto un tanto extraño porque desde el avión veíamos pequeños arroyos con colores muy azules, que supusimos procedían del Perito Moreno, pero no sabíamos muy bien por qué ese color tan azul.

El color azul turquesa

Cuando nos recogieron, nos dijeron que nos habían cambiado el hotel, ante nuestra sorpresa. Parecía que empezábamos mal, aunque nos daban una cena gratis para compensar y tal. No sé como sería el hotel en el que teníamos que haber estado, pero desde luego, el que nos tocó "Mirador del lago", no podría ser mejor. Una habitación amplia, vistas al lago, un hotel limpio y personal simpatiquísimo. Dejamos las cosas y nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo.

Como yo suponía (sin ninguna base empírica, simplemente el nombre Calafate me recordaba a pueblo del Oeste), el pueblo tenía cierto parecido con los de las pelis del Oeste, pero obviamente mucho más moderno. Avenidas largas, y todo muy recto. Vimos que Volkswagen había copado la ciudad con la presentación de su nuevo todoterreno, el Amarok, y es que en El Calafate había todoterrenos de verdad, no como en España. También supusimos que esta era la razón del cambio de hotel...que ellos lo habían llenado para el evento.

Una de las casas típicas de Calafate

Solo habían pasado 3 horas y ya echaba de menos Ushuaia

Volvimos al hotel, y salimos a cenar a un sitio que prometía más de lo que luego fue, aunque nos tomamos un cóctel con una gominola extraña...que resultó ser el fruto del Calafate.

Al rico cóctel oigan

Otro monumento homenaje a los héroes de las Malvinas

Al día siguiente esperaba el ansiado Perito Moreno.

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